Oscar, por muchos años fue un padre ejemplar, siempre procuro darles educación, cuidados y atenciones a sus dos hijos, Julieta y Rodrigo.
Oscar, con el fruto de su trabajo compro una casa cómoda, amplia y llena de de detalles que compartía con su esposa Laura, al lado de sus dos tesoros, fueron tiempos felices, hasta que Laura murió y dejo solo a Oscar y a su jóvenes hijos universitarios.
El tiempo paso, Julieta y Rodrigo, apoyaban en la casa ayudando a su padre que seguía extrañando a Laura su compañera de más de 25 años de matrimonio.
Rodrigo el hijo mayor termino la universidad, y pronto se caso con una compañera de trabajo, ambos profesionistas buscaron nuevas oportunidades y se fueron a vivir lejos de Oscar y Laura quien también tenía planes próximos de boda.
El día esperado por Laura llego, se caso en medio de una gran fiesta que Oscar le otorgo a los recién casados, Oscar pensó que seria conveniente ofrecer su casa a su hija y su esposo donde el también se sentiría menos solo. Así pasaron dos años cuando Laura tuvo su primer hijo y la vida de Oscar comenzó a cambiar.
Ya hacia algún tiempo, Oscar notaba que Luis, el esposo de Laura, cada día tomaba más el mando de aquella casa al grado de enclaustrar a Oscar en su cuarto para evitar fricciones con Laura, esa casa que era el orgullo de la familia perdió esa luz que da el convivir en familia.
Una tarde que Oscar llego de trabajar, Laura le dijo a su padre, que al nuevo bebe le hacia falta un cuarto y que le sugería a Oscar pasarse al cuarto de los cachivaches que tenían en el patio trasero, bajo la promesa de arreglarlo decentemente.
Oscar, orgullo de ayudar a la hija accedió de inmediato y se mudo al cuarto del fondo del patio, donde comenzó una nueva vida que él no tenia planeado.
Pasaron los años Oscar, se jubilo y pensó en estar tranquilo, ya habría tiempo para pasear y realizar cosas que antes pensaba y no podía por estar dedicado a su trabajo.
La convivencia de Oscar con su hija se fue haciendo menos próxima, Luis había tomado el papel de amo y señor de aquella casa y Laura le secundaba por complacer a su esposo.
Solo la pequeña Mónica acudía al pequeño patio donde estaba el cuarto de su abuelo Oscar.
Oscar por su parte contaba historias de los años felices con su madre, su tío y sobre todo de su abuela Laura de quien le contaba los bellos recuerdos a su lado.
Un domingo, Luis el marido de Laura tenía un serio escándalo subiendo cosas a su flamante camioneta ya que tendrían un feliz día de campo fuera de la ciudad.
Oscar se dio cuenta y Mónica su nieta acudió avisar a su abuelo de las intenciones de su padre, Oscar de inmediato busco una vieja cachucha que siempre tenia, unos vaqueros que uso de joven y una camisa limpia.
Cuando Oscar salio se dio cuenta que estaba solo, se habían marchado sin tomarlo en cuenta. Regreso a su cuarto y se pregunto. “ me estaré volviendo acaso invisible?, ¿nadie se da cuenta que existo? ¿ Hasta dios se olvido de mi?
Con lagrimas en los ojos se refugio en su catre, durmió por largas horas soñando con su amada Laura, casi sintiéndola a su lado.
Por la mañana unos pequeños golpecillos despertaron a Oscar era Mónica su nieta quien corría sus brazos y le decía: ¿Abuelo que tal estuvo el día de campo?
Oscar extrañado por la pregunta le dijo: Mónica ¿como me preguntas eso si yo nunca fui? La niña lo miro sonriente, “Claro que fuiste abuelo” Tu mismo me hiciste un columpio en un árbol y me meciste, además que mi abuela Laura te acompañaba también y juntos estuvimos felices esa tarde.
Oscar cerró los ojos y solo dijo:
“los abuelos somos como el aire, nunca tendremos fronteras para querer a nuestros nietos, ellos son la verdad de nuestras herencia
Javier Fransoni |